“Invencibles Godos, a todas partes donde habéis querido dirigir vuestros pasos, desde las fronteras del norte a los límites mas remotos del sur, habéis sabido abriros camino con las armas en la mano, sin que nada pudiese ser obstáculo a vuestra marcha vencedora.
Distancias, diferencias de climas, montañas, ríos, fieras, numerosas y aguerridas naciones, se han puesto en vano delante de vosotros; mas ahora los Vándalos, los Alanos y los Suevos se atreven a atacarnos por la espalda, mientras los Romanos nos amenazan por el frente.
A vosotros, esforzados guerreros, toca escoger el enemigo a quien hemos de combatir y sea cual fuere el partido que toméis, vuestro valor es para mi segura prenda de victoria, en tanto que mande a hombres que no conocen el temor, nada puedo yo temer, y si el partido que ha de abrazarse fuese confiado a mi sola decisión, me acordaría únicamente de que soy vuestro rey, no tomaría consejo sino de mi propio valor, y elegiría al enemigo mas digno de vosotros.
Los romanos os son ya bastante conocidos; sus ciudades han experimentado mas de una vez el poder de vuestras armas, y hasta las puertas de su capital se han abierto ante vosotros ¿por qué perder un tiempo precioso combatiendo con semejantes hombres cuando es mas glorioso despreciarlos que vencerlos?”